viernes, noviembre 02, 2007

Día de los muertos (1)




Hace unos días, mientras daba un solitario pero inspirador paseo en el antiguo cementerio limeño "Presbítero Maestro", tuve oportunidad de apreciar esa mezcla de fascinación y temor que los humanos tenemos ante la muerte, expresada marmóreamente en los monumentales mausoleos que las familias más acomodadas dedicaban a sus fallecidos. Cristos, ángeles, vírgenes, deidades griegas, leones míticos y otros seres fabulosos formaban parte de toda esta parafernalia de la extinción corporal. Irónico homenaje, en el cual el único que no puede apreciarlo es el homenajeado. Por supuesto que no todas las familias podían rendir semejante tributo a sus occisos, de modo que hasta en la muerte, el estatus socioeconómico impone su intransigente presencia: muchos -la mayoría en realidad- debían conformarse con un simple féretro de pared recubierto con una lápida de mármol, o simplemente con una humilde cubierta de cemento y letras pintadas (la última foto es bastante gráfica respecto a estas diferencias sociales post-mortem). Por supuesto que pecaríamos de ignorantes si pretendiésemos reducir tal realidad a nuestros tan vilipendiados tiempos postmodernos o inclusive a nuestro pasado más reciente, y ahí están las tumbas de Sipán o las pirámides de Gizeh para comprobarlo. En lo que a mí respecta, que no creo en cristianas sepulturas ni vidas ultraterrenales, una vez que el mundo se libre de mi existencia, que me arrojen no más al río Rímac, o si prefieren, al mar. Previa cremación, por supuesto, pues no quisiera convertirme en una contribución póstuma a la contaminación ambiental.







 

domingo, octubre 21, 2007

Solo 4 horas



 
Napoleón se enorgullecía
De dormir sólo cuatro horas.
Quizás por ello fuera
Tan imbécil.
Sin embargo
Una mancha de estatuas
Lo celebran:
Legó a la patria
Cuatro millones de muertos.
Y ningún sueño
Quizás porque tan sólo dormía
Cuatro horas
En las noches

Luis Hernández, 1970
 
 

miércoles, septiembre 19, 2007

miércoles, enero 31, 2007

domingo, enero 21, 2007

Impunidad "patriótica"




Samuel Johnson dijo en el siglo XVIII que "el nacionalismo es el último refugio de los canallas". Tuvo mucha razón. En nuestro medio en particular, es común que la escasez de argumentos válidos por parte de cierto sector de la prensa y de la clase política comprometida con la búsqueda de impunidad para actos de corrupción y violaciones a los derechos humanos durante las últimas dos décadas, sea frecuentemente encubierta con una verborrea patriotera que abunda en proclamas reivindicativas y no escatima acusaciones de "traición a la patria" y anuncia supuestas conspiraciones "antipatrióticas" y "proterroristas", dirigidas contra un heterogéneo grupo de personas y organizaciones que no comulgan con sus oscuros "ideales". (Hace unos años hicimos un análisis de los operativos psicosociales durante la dictadura de Fujimori, que tienen no pocas similaridades con los actuales, ver: http://stucchi.tripod.com/politica/psico.htm). Así, en el corto trayecto del actual gobierno de Alan García Pérez, lo esencial del discurso presidencial ha sido la arremetida contra las organizaciones no gubernamentales (ONGs) y contra la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), además de la sistemática campaña a favor de la pena de muerte para terroristas y violadores de menores de edad.

No hay que ser experto en temas políticos para darse cuenta de que todas estas acciones tienen un fin común: la impunidad. Basta recordar que muchas ONGs de derechos humanos fueron en su momento el único baluarte contra los reiterados abusos de las fuerzas armadas en zonas de emergencia, y que su labor fue uno de los pilares del informe final de la CVR; otras ONGs, por su parte, se han dedicado a investigar los daños que ciertas empresas mineras han causado al medio ambiente. Se trata pues, de entidades incómodas para algunos grupos de poder, que por desgracia, parecen influir demasiado en el gobierno del "cambio responsable", como lo hicieron durante la década de Alberto Fujimori. En el caso de la CIDH, el fallo emitido hace unos meses en contra del estado peruano por la masacre de un grupo de presos amotinados ya rendidos, acusados por terrorismo (muchos de ellos sin sentencia, y por lo tanto, probablemente inocentes), en 1992, desató una ola de fingida "indignación" en el gobierno, que llegó inclusive al planteamiento de un retiro de dicha organización y a acusaciones de todo calibre contra los miembros de la CIDH y quienes están a su favor. Particularmente absurda es la acusación emprendida por el partido aprista en contra del ex-presidente Alejandro Toledo por "allanamiento ante la CIDH"; ¿qué se esperaba de él? ¿que impidiera "patrióticamente" la investigación? ¿o que planteara argumentos ridículos tipo "suicidio colectivo", tan gratos a la congresista fujimorista Martha Chávez? Curiosamente, nada se ha dicho en contra del verdadero responsable: el ex-presidente Alberto Fujimori, quien dirigió directamente la operación. Finalmente, la enfermiza obsesión de Alan García a favor de la pena de muerte, que no ha dudado en manipular sentimentalmente a los deudos de las víctimas del accionar criminal de Sendero Luminoso, nada tiene que ver con "promesas de campaña" ni mucho menos con idealismos. Es cada vez más evidente que el verdadero objetivo es el retiro de la Corte de San José, para evitar las sentencias por la masacre de presos amotinados en el penal de El Frontón en 1986, durante el primer gobierno del actual mandatario. Recapitulando, siempre la impunidad al final del camino. Nada más.